SOS: La crisis humanitaria de los refugiados LGBTI en los campamentos de Kenia

SOS: La crisis humanitaria de los refugiados LGBTI en los campamentos de Kenia

Desde 2013 los refugiados LGBTI ugandeses viven en condiciones límite. A la crisis humanitaria hay que sumar las duras condiciones de un entorno también hostil. Una foto compartida por un refugiado en el campamento de Kakuma, en el norte de Kenia occidental, se hizo viral y muestra cómo un joven llamado Gibson fue mordido por una supuesta mamba negra, mortal para los humanos. El refugiado que compartió la imagen dice que es una de las serpientes más peligrosas del mundo: “Es una serpiente marrón común y está considerada la segunda del mundo más venenosa en la tierra. Su veneno puede matar a un ratón en menos de 5 minutos y su mordedura es mortal para los humanos”.

Gibson, el joven al que le mordió, logró sobrevivir mientras que pudieron matar a la serpiente. Este es un simple ejemplo del precio que tienen que pagar para su supervivencia en este campo de expatriados. El refugiado en cuestión enumeró a otras de las amenazas a las que se enfrentan diariamente. Así escribía: “Esta vez no voy a culpar a la agencia de refugiados de lo que sucede diariamente en Kakuma: Desde la homofobia a los escorpiones, ciempiés, serpientes…Honestamente no voy a culpar a nadie, a pesar de que tenemos que enfrentarnos a ser una minoría en este campo. Estoy contento de que tenemos el valor de estar en un lugar donde la esperanza parece estar perdida”.

Los refugiados se enfrentan a la discriminación de otras personas que comparten espacio. A menudo son víctimas de la violencia extrema, incluyendo que son atacados a machetazos. A causa de su sexualidad que se ven obligados a vivir en lugares donde los animales venenosos no representan la mayor de sus amenazas.

El Gobierno de Kenia anunciaba en mayo su intención de cerrar los dos principales campos de refugiados del país, Dadaab y Kakuma, en los que actualmente residen unos 600.000 refugiados y donde hay una gran población LGBTI. El Ministerio del Interior del país justificaba su decisión alegando que los refugiados representan un lastre económico y un riesgo para la seguridad nacional del país. Sin embargo, la presión internacional hará que Kakuma y otros campos de refugiados permanezcan abiertos, de momento.

A lo largo de la última década, los ugandeses gays, lesbianas, bisexuales y transgénero han buscado seguridad y asilo en diversos países pero nunca han sido tantos o han tenido tanta visibilidad como después de la aprobación en 2013 de la Ley contra la Homosexualidad de Uganda.

Los datos aportados por ACNUR (la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados) señalan que al menos 400 ugandeses pertenecientes al colectivo LGBTI buscaron seguridad y asilo en Kenia entre enero de 2014 y mayo de 2016. La mayoría de los que fueron identificados tenían poco más de veinte años y se identificaron como hombres gays.

Las organizaciones ugandesas que trabajan con la comunidad LGBTI demostraron que durante 2014 se había producido un aumento global de las denuncias por amenazas e incidentes violentos, chantajes, revelación en los medios de comunicación, pérdida de empleo, y expulsión de la escuela. La extendida creencia de que la Ley contra la Homosexualidad exigía que los ciudadanos entregaran a los sospechosos de ser LGBTI, provocó rechazos familiares preventivos, desahucios y denuncias a la policía aun antes de que el proyecto se convirtiera en ley.

La anulación de la Ley contra la Homosexualidad por parte del Tribunal Supremo de Uganda en agosto de 2014 ayudó poco a que se modificara el hostil entorno. Lo que cobró fuerza cuando los diputados ugandeses solicitaron la reintroducción del proyecto de ley y por las noticias en noviembre de 2014 de que los políticos estaban valorando una nueva legislación que tuviese como objetivo a la comunidad LGBT, el Proyecto de Ley para la Prohibición de la Promoción de Delitos Contra Natura. Aunque los incidentes específicos de arrestos o violencia jugaron un gran papel a la hora de provocar la migración de las personas, en un clima de miedo general creado por el proyecto de ley los hubo que simplemente no quisieron esperar a que ocurriera algo.

Los ugandeses LGBTI que huyeron a Kenia con la esperanza de encontrarse con un entorno más seguro y amigable y un pasaje automático a Occidente pronto quedaron desilusionados. En cuanto a actitudes homófobas, Kenia difiere poco de Uganda y también tiene leyes contra la sodomía que se utilizan para acosar y detener de forma arbitraria a los individuos LGBTI. En Kakuma, los ugandeses LGBT denunciaron haber sufrido discriminación por parte de socios de ACNUR y por la policía, además de amenazas y acoso por parte de otros refugiados y ataques físicos. La mayoría se trasladó a “zonas de protección” que ofrecían más seguridad pero también aumentaban su visibilidad.

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