Refugiados varones "venden sexo gay" por tan sólo 2 euros en Grecia

Refugiados varones “venden sexo gay” por tan sólo 2 euros en Grecia

Es la otra cara de la tragedia humanitaria, la que no suele publicarse en prensa. Pedión tou Areos (El campo de Ares) es uno de los mayores parques públicos en Atenas, pero también es conocido por ser la “oficina” de camellos y trabajadores sexuales. De acuerdo con los datos del ACNUR, más de 130.000 inmigrantes han llegado a las costas europeas este año y 410 personas han muerto al intentar el cruce del mar Egeo. En enero, 66.233 personas llegaron a Europa por mar, en comparación con sólo 5.550 en enero de 2015. Muchos de estos inmigrantes provienen de países como Afganistán y Siria que, en busca de asilo en Grecia, se ven obligados a vender sexo para poder sobrevivir.

Miles de inmigrantes y solicitantes de asilo que planean hacer su peregrinaje hacia el norte de Europa con la esperanza de una vida mejor están atrapados en Grecia debido a las nuevas normas de las fronteras. Como el dinero se agota durante su estancia prolongada y con casi ninguna otra vía legal para ganarse la vida en el país extranjero, muchos recurren a la prostitución.

En Atenas, los hombres, muchos de ellos adolescentes, recurren a vender su cuerpo al mejor postor poco después de su llegada, según informa el portal PRI. Gran parte de las transacciones sexuales se producen en el barrio rojo de la capital, Fylis, aunque el parque Pedión tou Areos y la plaza Victoria, así como otros bares y clubes de la ciudad, también son lugares populares donde los jóvenes venden sexo por tan sólo 30 de euros.

Abdullah (no es su nombre verdadero) es un joven inmigrante afgano que le contó al portal PRI que se prostituía. Su primera transacción sexual fue hace dos semanas, después de llegar a Atenas junto a miles de otros inmigrantes afganos. Vive en el Complejo Olímpico abandonado de Hellinikon, donde se llevó a cabo los Juegos Olímpicos de 2004, y en el aeropuerto. Un día sus amigos le llevaron al parque Pedion tou Areos, donde fue abordado por hombres mayores. Fue entonces cuando se dio cuenta del verdadero propósito de estar en el parque: “Me dijeron: “Tenemos relaciones sexuales con estos chicos, y ellos nos pagan””, explicó el joven.

En su país de nacimiento, Irán, dice que se había acostado con mujeres pero nunca con personas mayores:  “Me enojé. Yo acababa de llegar y he tenido que hacer esto sólo para conseguir algo de dinero”.

Después de permanecer en el parque durante varias horas y, tras ser abordado por varios hombres, Abdullah tuvo relaciones sexuales con uno de ellos en una zona boscosa apartada y cercana al pabellón principal. Le pagó 20 euros.

“Yo no tengo nada de dinero. En el aeropuerto no hay ningún trabajo saludable. Puedes vender drogas, sexo o trabajar como contrabandistas para encontrar clientes. No había otra manera para mí. Ni siquiera tengo 20 centavos”, se queja Abdullah.

En Grecia, el trabajo sexual es legal pero sólo en los burdeles catalogados por la Policía. Una gran cantidad de negocios ilícitos que sucede en las calles, en los parques públicos y en los clubes.

Hace años, muchos trabajadores sexuales masculinos en Atenas eran albaneses, búlgaros o rumanos pero una trabajadora sexual griega que frecuenta Pedion tou Areos reveló que “los últimos recién llegados de este verano son de Oriente Medio y Asia del Sur”.

El perfil de los “recién llegados” se describe como mayores de 25 (algunos incluso  tienen la apariencia física de adolescente) y provienen de Irán, el Kurdistán iraquí, Pakistán y Afganistán.

El precio estándar por una mamada es de alrededor de 10 euros pero los clientes suelen regatear y como está de por medio que no dominan el idioma, les suelen “timar” y pagar tan sólo 2 euros por sus servicios sexuales. “Algunos niños se avergüenzan de pedir dinero. Ellos sólo piden que después les pagues si así lo deseas”, explica Abdullah.

Por si no fuera suficiente el drama humano que se está produciendo, estos jóvenes que escapan del horror se dan de bruces con otra terrible realidad, aún más descarnada. Y mientras tanto, Europa mira para otro lado…

 

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