La LGTBfobia ahora también se disfraza de turismofobia en España

La LGTBfobia ahora también se disfraza de turismofobia en España

La turismofobia es un fenómeno que ha comenzado a tomar fuerza en las investigaciones de algunos antropólogos. Hemos visto los actos vandálicos, las protestas e incidentes, incluyendo ataques perpetrados contra turistas en distintos puntos del país protagonizado por Arran, la rama juvenil anticapitalista​ y defensora de la independencia de Cataluña, perteneciente a la Candidatura de Unidad Popular (CUP). Protestaban quemando mobiliario urbano, pinchando bicicletas, asaltando barcos de recreo o pintando con graffitis autobuses turísticos. Esta marea de protestas se extiende a asociaciones de vecinos de Madrid, Barcelona, Mallorca o San Sebastián, hartos de la saturación de turistas en los cascos históricos de algunas ciudades españolas y del trabajo en precario que genera el sector turístico. A este fenómeno ahora hay que sumar a violentos homófobos que aprovechan el clima de malestar para disfrazar su odio contra el colectivo LGTB de turismofobia.

Durante los nueve días que duró el WorldPride Madrid 2017 se produjeron hasta 41 incidentes de odio, según el Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia. Insultos, amenazas, pintadas, pedradas, pegatinas, pintadas y carteles con mensajes muy amenazantes, escupitajos, agresiones físicas y lo más grave: una doble agresión sexual a dos chicas lesbianas. Si la media de incidentes semanales estaba en 4 o 5, durante el Orgullo Mundial se superó esta cantidad. Un número que no registra aquellos delitos de odio que no se denuncian por miedo o vergüenza.

Pero tras algunos de estos actos violentos en ocasiones se esconde algo más y en barrios gayfriendly como Chueca en Madrid, el Eixample de Barcelona, Santa Catalina en Mallorca o La Nogalera en Torremolinos se están produciendo agresiones homófobas este verano disfrazadas bajo el fenómeno de la turismofobia.

Pintadas como “Este barrio es para los vecinos, no para los maricones”, “Maricones not wellcome”, “Rusia nos marca el camino” o “degenerados a la hoguera” hace pensar que al carro de la oleada de “turismofobia” se suben movimientos racistas, homófobos o sexistas ya existentes en ciertos sectores sociales más radicales.

Como asegura Yago Blando, del Observatorio Madrileño contra la LGTBfobia, “La visibilidad es nuestra mayor arma, la que más molesta a los intolerantes. Todavía hay mucha gente que no soporta vernos, comportarnos como cualquier ciudadano. Quieren enviarnos el mensaje de que nos escondamos y desde aquí les decimos que reclamaremos que se aplique la ley de manera contundente para acabar con esta lacra. No nos vamos a ocultarnos nunca más”. Sin embargo, el miedo está ahí latente.

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