Ecos del Orgullo

Ecos del Orgullo

Un mes más tarde de haberse celebrado el Día del Orgullo Gay, hemos tenido tiempo de asentar lo vivido y analizar todo lo que hemos visto y el calado que un día como este tiene para la sociedad.

No deja de llamarme la atención que durante un día al año, mucha gente apoya la visibilidad, la integración, la normalización y la igualdad entre géneros. Durante un día al año, muchas personas adoptan ese “postureo” de la foto políticamente correcta. Durante un día al año. Pero cuando acaba ese día, cuando el tráfico vuelve a rodar con fluidez por la Gran Vía, vemos que las cosas no han cambiado tanto.

Año tras año, me encuentro con muchas personas heterosexuales que me dicen aquello de: “A mí me parece muy bien que cada uno haga lo que quiera, pero ¿es necesario que tengan un día del orgullo gay? ¿para cuándo un día del orgullo hetero?”. Conclusión: se sigue sin entender nada. Se sigue sin entender el objetivo de un día del Orgullo Gay. Se hace esa manifestación pública (políticamente correcta) de que “cada uno haga lo que quiera”, siempre y cuando se haga en la intimidad del armario, o de la casa, o de la habitación, pero a muchas personas todavía les molesta ver a dos chicas o a dos chicos cogidos de la mano por la calle o manifestando cualquier muestra de cariño. Todavía incomoda. Todavía.

“¿Para cuándo un día del orgullo hetero?”, a esta pregunta suelo responder ¿más días para los heteros? ¿no son todos los días el día del orgullo hetero?, desde el momento en que un hetero no tiene que declarar absolutamente nada sobre su identidad sexual, desde el momento en que un hetero no es ridiculizado, ni perseguido, ni estigmatizado, ni insultado debido a su identidad sexual, desde el momento en que un hetero no tiene que fingir ser otra cosa distinta de lo que es para ser respetado en su entorno laboral o en cualquier otro entorno… desde esos momentos, están disfrutando del día del orgullo hetero, todos y cada uno de los días de su vida.

La memoria a veces es muy corta, y cuando oigo aquello de “ahora los gays pueden casarse, ya está todo más normalizado, ¿qué quieren más?”, se olvida que en muchos países del mundo, hoy en día, se condena a muerte a las personas que aman de forma diferente. Que en otros muchos, se condena a penas de cárcel a las personas que aman de forma diferente. Y que se sigue agrediendo, muchas veces muy cerca de nosotros, a las personas que aman de forma diferente.

Por no recordar que hace muy poco tiempo, antes de 1978, antes de que se aprobara la Constitución española, a las personas que amaban de forma diferente se les fusilaba en las tapias de los cementerios. Posteriormente se les aplicaba la Ley de vagos y maleantes y se les encarcelaba por el delito de sodomía. Y eso es historia reciente de España. Historia del siglo XX. Y eso es lo que no se debe olvidar.

Que se ha avanzado mucho desde las tapias de los cementerios hasta ahora, es indudable. Pero también es indudable que no se ha conseguido todo. Que estamos a mitad de camino. Que hoy en día hay unas generaciones de niños y adolescentes que, si bien se están desarrollando en sociedades más abiertas, se siguen encontrando con muchos obstáculos a la hora de tener la libertad suficiente para amar a quienes quieran. Vemos que en los ámbitos escolares, los y las adolescentes “toleran” mejor a las chicas lesbianas que a los chicos gays. Y digo “toleran” entre comillas, porque la sociedad sigue en parámetros de “tolerancia” en lugar de integración, normalización e igualdad. Con lo cual, todavía queda mucho que lograr y mucho que avanzar.

En mi opinión, en este proceso, hay dos líneas fundamentales, la primera, educación. Hay que educar a las nuevas generaciones en el respeto y en la igualdad entre todos los géneros, preparar a las nuevas generaciones en la aceptación y en el cambio, en la naturalidad.

En segundo lugar, el cuidado de las personas que ya hayan sido estigmatizadas socialmente debido a su identidad de género.  Y es ahí donde los profesionales de la Psicología, tenemos mucho que aportar. Aportar ayudando a gestionar el trauma de la estigmatización, empoderando a las personas y ayudando a desarrollar herramientas emocionales que les permitan vivir cómodos en su piel, cómodos consigo mismos y cómodos con su identidad sexual.

Ese es el camino que queda por recorrer, ese es el fundamento de un día anual del Orgullo Gay, ese recordatorio, necesario, de que no está todo hecho, de que no está todo conseguido, que tenemos que seguir avanzando como sociedad, y para ello somos necesarias todas las personas que componemos esa sociedad. Todos y todas, sin excepción. La sociedad no puede permitirse el lujo de prescindir de nadie. Y eso es lo que reivindicamos en el día del Orgullo Gay. Y en ese empeño continuaremos.

 

MAR ORTIZ

PSICÓLOGA Y ACTIVISTA DE LOS DERECHOS HUMANOS

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