Dos amantes gays, protagonistas de una historia épica de amor durante la Segunda Guerra Mundial

Dos amantes gays, protagonistas de una historia épica de amor durante la Segunda Guerra Mundial

Dos jóvenes soldados se atrevieron a confesar su amor en un momento en que la homosexualidad era ilegal. Uno de ellos se llamaba Gilbert Bradley y estaba destinado en un bombardero antiaéreo. El joven intercambió cartas apasionadas con su amor, Gordon Bowsher. El mundo estaba convulso y en plena Segunda Guerra Mundial. Durante este tiempo, los hombres sirviendo en las fuerzas armadas que fueran sorprendidos teniendo sexo gay podrían ser condenados a pasar por un pelotón de fusilamiento. Las cartas permanecieron ocultas hasta la muerte de Bradley en el año 2008. Operarios de una empresa de limpieza de casas las encontró, las vendió y fueron a parar a las manos de de Mark Hignett, del Museo de la ciudad de Oswestry, una urbe situada en la región Shropshire, en Inglaterra, una localidad muy cerca a Gales.

Hignett descubrió la relación mientras transcribía las cartas, que compró en eBay por 1.000 libras esterlinas, después de cazar objetos de guerra de Shropshire. Hignett quería descubrir la verdad de lo que hubo entre los dos hombres: “La historia realmente tiene una vida propia, es una fantástica historia de amor que rivaliza con el Titanic”, considera el experto. Cada carta estaba firmada tan sólo con ‘G’ y los expertos asumieron que era la inicial de una novia pero, al leer detenidamente el contenido de las mismas, quedó claro que “G” era la inicial del nombre de Gordon Bowsher, compañero de armas de Gilbert Bradley y verdadero autor de las cartas. En la colección hay más de 300 cartas de Gordon, escritas entre 1939 y 1944. “El padre de Gilbert era dueño de una compañía naviera y plantaciones de té en la India, así que sabemos que él provenía de una familia rica. La familia de Gordon poseía tierras y hablaban de todas las cosas que planeaban hacer juntos. Creemos que sus madres sabían que eran homosexuales, pero hay una referencia a no dejar nunca que el padre de Gilbert se entere. Las letras están llenas de humor y no fueron suprimidas de ninguna manera. Planearon mantener la relación en secreto incluso hablaron abiertamente de amigos que eran homosexuales”, explica el experto.

Según informa la BBC, una de las cartas empieza diciendo: “Mi querido niño: No hay nada más que deseo en la vida, sino tenerte conmigo constantemente. Puedo ver o imagino que puedo ver, lo que sería la reacción de tu madre y padre. El resto del mundo no tiene idea de lo que es nuestro amor  (no saben que es amor)”, decía la misiva.

Son palabras de un hombre enamorado que los investigadores han querido compartir con el mundo. En otra dice: “Durante años pensé que ningún amor podría durar toda la vida. Imaginemos el momento en que la guerra ha terminado y estamos viviendo juntos. No sería mejor vivir de ahora en adelante el recuerdo de nuestra vida juntos cuando estaba en su campo más dorado”.

El activista de los derechos LGBTI, Peter Roscoe, asegura como experto que los homosexuales casi siempre destruían  las cartas de amor por temor a ser atrapados: “Hay una historia gay y no siempre es negativa y triste pero, pese a todas las terribles circunstancias, los gays y las lesbianas lograron superar todo y tener vidas fascinantes y buenas a pesar de todo”.

En carta parece que su autor vaticina el futuro: “¿No sería maravilloso si todas nuestras cartas pudieran ser publicadas en el futuro en un tiempo más iluminado? Entonces todo el mundo podría ver cómo estamos enamorados”.

Desafortunadamente, se cree que los amantes nunca se encontraron después de la guerra y vivieron sus vidas por separado. Se sabe que Gordon fue a California por su cuenta y montó unas caballerizas. Gilbert trabajó para Cadbury y fue ayudante de estudio para la BBC antes de la guerra.

Cuando hablamos de esta época oscura de la humanidad, siempre nos referimos a como los nazis perseguían a los homosexuales, los condenaban a hacer trabajos forzosos y, a veces, hasta los castraban y les sometían a todo tipo de torturas en sádicos experimentos para “curarles”. Fueron las víctimas del “triángulo rosa”. Para hacerlo, los alemanes se basaban en el Párrafo 175 del código criminal alemán que, desde 1871, prohibía “la indecencia anormal” entre hombres y entre mujeres. Los nazis ampliaron la ley y persiguieron a los homosexuales por sólo mirarse o tocarse. Pero entre los países aliados la situación no era mejor. Las relaciones entre personas del mismo sexo estaba terminantemente prohibida en el mundo y especialmente en Inglaterra, nación natal de nuestros dos protagonistas.

En 1533 durante el reinado de Enrique VIII el parlamento promulgó la Buggery Act, que fue la primera ley de sodomía gubernamental en el país, ya que anteriormente la homosexualidad había sido perseguida sólo por los tribunales eclesiásticos. Establecía la pena de muerte por ahorcamiento además de la incautación de los bienes del ajusticiado. Tras varias suspensiones y reformas se convirtió en una ley definitiva en 1563 durante el reinado de Isabel I y estuvo en vigor durante más de tres siglos. Ser gay o lesbiana en plena Segunda Guerra Mundial era un tabú. Tanto es así que al comenzar los años 1950 la presión policial sobre los varones homosexuales se había reducido, pero los arrestos, denuncias y juicios seguían produciéndose, incluso de personajes famosos.

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